La política hondureña entra en una etapa de incertidumbre para los derechos humanos y las libertades LGBTI tras conocerse la victoria del candidato conservador Nasry Asfura en la contienda presidencial, con una diferencia mínima del 0,8 % frente al aspirante de centro liberal Salvador Nasralla. En tercer lugar quedó el partido oficialista de izquierda, Libertad y Refundación.
El resultado, aún muy ajustado, ha encendido las alarmas entre colectivos sociales y organizaciones defensoras de los derechos LGBTI en Honduras, debido al historial y a las declaraciones del candidato vencedor durante la campaña electoral.
Un discurso abiertamente contrario a los derechos LGBTI
Durante el proceso electoral, Asfura —respaldado públicamente por figuras conservadoras internacionales como Donald Trump— prometió frenar el avance de los derechos LGBTI, a los que calificó como “ideologías extrañas”. Su fuerza política, el Partido Nacional, mantiene una postura firme contra el matrimonio igualitario, la prohibición de las terapias de conversión y el reconocimiento legal del derecho de las personas trans a cambiar su nombre y género en los documentos de identidad.
Estas posiciones han generado inquietud en un país donde las personas LGBTI ya enfrentan altos niveles de discriminación, violencia y falta de protección institucional.
Temor a un retroceso regional
Organizaciones de derechos humanos advierten que Honduras podría seguir la senda de otros gobiernos conservadores de la región, donde las libertades civiles y los derechos de las minorías han sido cuestionados o debilitados. Entre los ejemplos señalados se encuentran los liderazgos de Javier Milei en Argentina, Rodrigo Chaves en Costa Rica, Nayib Bukele en El Salvador y el ultraconservador José Antonio Kast en Chile, conocido por su admiración por la dictadura de Pinochet.







