Andalucía reduce los nuevos casos de VIH, pero la desigualdad en el acceso al diagnóstico sigue dejando a muchas personas atrás

En Andalucía, el número de nuevos diagnósticos de VIH sigue bajando: 507 casos en 2023, con una incidencia de 5,9 por cada 100.000 habitantes, según los últimos datos del Plan Andaluz frente a las Infecciones de Transmisión Sexual (PAITSIDA).

Pero detrás de las cifras, las organizaciones que trabajan en prevención y salud comunitaria lanzan una advertencia: el diagnóstico tardío sigue siendo una asignatura pendiente. Miles de personas siguen sin saber que viven con VIH hasta que la infección está avanzada. Y eso no es solo un problema médico: es un fallo estructural del sistema de salud.

Desde entidades sociales y redes comunitarias como la asociación Asimás Málaga lo tienen claro, “el acceso a la prueba del VIH no puede seguir siendo un privilegio ni depender del azar, del nivel educativo o del tipo de atención recibida”.

El problema, explican desde Asimás Málaga, no es solo la falta de recursos, sino “la persistencia del estigma”. Todavía hoy, muchas personas sienten vergüenza o miedo a pedir la prueba, y algunos profesionales no la ofrecen por temor a incomodar. Esa barrera invisible sigue alimentando el silencio y el diagnóstico tardío.

Los protocolos no llegan a todas partes

El Servicio Andaluz de Salud (SAS) ha implementado un protocolo de detección precoz del VIH en urgencias y está reforzando la atención primaria. En teoría, cualquier persona atendida por síntomas compatibles como neumonías, hepatitis aguda, debería recibir la oferta del test.

Pero en la práctica, el protocolo no se aplica de forma uniforme. En muchos centros depende de la voluntad del personal o de la disponibilidad de pruebas rápidas. El resultado: un sistema que sigue dejando fuera a quienes no encajan en los criterios clínicos más obvios.

La salud pública no puede permitirse mirar hacia otro lado: la lucha contra el VIH también es una lucha contra el estigma, la desigualdad y la desinformación.

Por ello es necesaria la realización de campañas públicas sin estigmas, que hablen de salud, derechos y autocuidado, no de miedo o culpa. Y más apoyo a las entidades comunitarias, que llevan décadas haciendo pruebas, acompañando, informando y sosteniendo el tejido social de la prevención.

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