El nuevo libro de La Fábrica reúne más de 150 fotografías que documentan dos décadas de efervescencia artística en la Nueva York de los años setenta y ochenta
A mediados de los años setenta, Nueva York era una ciudad al borde del colapso. La bancarrota municipal de 1975, el aumento del desempleo y la criminalidad, junto con la degradación del espacio urbano, definían una metrópoli en crisis. Las calles del Bronx ardían por los incendios provocados por el abandono inmobiliario mientras los titulares hablaban de “la ciudad ingobernable”. Sin embargo, entre los muros cubiertos de grafitis, los sótanos de clubes improvisados y los parques de barrio, surgía una fuerza contraria: una revolución cultural que cambiaría para siempre la música, el arte y la vida urbana.
Esa paradoja, una ciudad herida que gestaría una de las explosiones culturales más influyentes del siglo XX, es la que recoge «I Hear Music in the Streets. Nueva York 1969-1989«, el nuevo volumen publicado por La Fábrica. El proyecto, editado por Guillermo M. Ferrando, cuenta con un prólogo del autor y profesor de Estudios Culturales en la East London University, Tim Lawrence.
A través de más de 150 fotografías de más de 60 autores, el libro reconstruye veinte años en los que la Gran Manzana se convirtió en el epicentro mundial de la contracultura: cuna del hip-hop, el punk, la salsa, el grafiti, la música disco y las primeras formas de activismo y expresión LGBTQ. Entre ellos destacan Susan Meiselas, Bruce Davidson, Bill Bernstein, Martha Cooper, Joseph Rodríguez, Arlene Gottfried, Helen Llevit, entre otros. Todos, junto con la mirada icónica de Andy Warhol, expresan una forma de resistencia cultural a través de sus imágenes de cómo el arte y la música se convirtieron en herramientas de supervivencia y comunidad.

Ocho capítulos para una ciudad infinita
La obra se organiza en ocho capítulos que permiten recorrer las distintas escenas que conformaron la identidad neoyorquina. El recorrido comienza con The Bronx Boys, dedicado al surgimiento del hip-hop en el Bronx de los años setenta. En un paisaje de edificios abandonados y desigualdad, los jóvenes afroamericanos y latinos transformaron los cortes eléctricos en fiestas callejeras, las block parties, donde nacieron el DJing, el MCing y el breakdance. En The Oddballs, el foco se traslada al punk, gestado en clubes como el CBGB o el Max’s Kansas City, refugios de una generación que convirtió el Lower East Side en un espacio de experimentación total.
El capítulo Black is Beautiful explora el renacimiento cultural afroamericano impulsado por el Harlem Cultural Festival y por figuras del soul, el funk y el gospel que reivindicaban el orgullo negro frente a la exclusión social. Uno de los apartados más significativos del volumen es Love is the Message, que se adentra en la escena LGTBIQ+ y el nacimiento de la cultura ballroom.

Tras los disturbios de Stonewall en 1969, las comunidades queer, especialmente afroamericanas y latinas, comenzaron a organizar sus propios espacios de libertad y representación en los bailes de Harlem y el Bronx. Allí emergió el voguing, un estilo de danza inspirado en las poses de las revistas de moda, que se convirtió en una forma de empoderamiento frente a la marginación. Las casas, como House of LaBeija o House of Xtravaganza, ofrecieron refugio, familia y expresión a quienes habían sido expulsados por su orientación o identidad de género. Décadas antes de llegar al videoclip de Madonna o a la serie «Pose«, el ballroom ya era un manifiesto político y artístico nacido de la supervivencia.
The Subways convierte el metro neoyorquino en un símbolo de esa efervescencia. Vagones y túneles fueron lienzos para los grafiteros, músicos callejeros y breakdancers que redefinieron la estética urbana. Our Latin Thing da voz a la comunidad puertorriqueña, que llenó de ritmo y orgullo las calles de Spanish Harlem con la salsa como bandera de identidad colectiva. La historia continúa con The Beach, donde lugares como Coney Island, Rockaway o Fire Island se presentan como escenarios de escape y libertad del verano neoyorquino. Finalmente, el libro culmina con Days of Disco, dedicado al auge de la música disco en clubes como The Loft, Studio 54 y Paradise Garage, espacios donde la pista de baile se convirtió en un acto de comunión social.
Tres décadas después de los años retratados, I Hear Music in the Streets devuelve al presente un legado de imágenes que da una lección esencial: incluso en la adversidad, las ciudades pueden reinventarse a través del arte, la identidad y el ruido de sus propias calles.








