
David Pasarin-Gegunde
RedactorLicenciado en Administración y Dirección de Empresas y Experto en Protocolo.
Estamos viviendo uno de esos momentos que podríamos denominar de “boom inmobiliario”, caracterizado por una subida de precios generalizada que está siendo especialmente intensa en Málaga capital y la Costa del Sol. Este gran área metropolitana marítima, que comienza en El Rincón de la Victoria y termina en Estepona, configura un “ecosistema inmobiliario” en el que se dan prácticamente todos los prototipos que el mercado de la vivienda puede presentar: desde el residencial urbano en los barrios de la capital hasta el mercado orientado al apartamento turístico en el propio centro, pasando por las propiedades de lujo concentradas en Marbella y Estepona, así como las zonas especializadas en determinadas nacionalidades, como pueden ser el barrio de Los Pacos, en Fuengirola, donde se concentra la comunidad finlandesa, o la playa de La Carihuela, con residentes ingleses y holandeses.
Pues bien, dentro de este mercado inmobiliario caracterizado por la internacionalización y una cierta diversificación por diferentes criterios (nacionalidad, precio, uso turístico), encontramos un segmento claramente diferenciado que se localiza en el centro de Torremolinos y que tiene como protagonista al colectivo gay. Con epicentro en la mítica urbanización de La Nogalera, construida según el proyecto del arquitecto Antonio Lamela en 1966, existe un creciente negocio que responde a la demanda de personas pertenecientes al segmento poblacional LGTBIQ que están adquiriendo vivienda en la zona tanto para establecer su residencia habitual como para pasar largas temporadas o simplemente para disfrutar de sus vacaciones en un entorno de libertad y respeto.
Agencias orientadas exclusivamente a este tipo de cliente, miembros del colectivo que trabajan bajo marcas internacionales atendiendo esta demanda, compradores, vendedores y gestores de alquileres turísticos especializados en este segmento mueven anualmente millones de euros en un negocio que tiene por delante un largo periodo de consolidación y expansión. Esta bonanza que se puede esperar para Torremolinos como destino LGTBIQ en los próximos años está justificada en variables más allá del ciclo económico que condiciona el mercado inmobiliario a nivel internacional. Por un lado, a diferencia del público generalista que ya está dando el salto a otros destinos más baratos en África o Asia, el turista gay requiere de entornos de seguridad que muchos países, por muy buenas condiciones económicas que ofrezcan, están lejos de cumplir, por lo que es muy difícil que se pongan “de moda” entre este colectivo destinos situados más allá del estrecho de Gibraltar. Por otro lado, los vientos de conservadurismo que soplan en algunas democracias occidentales hacen que países como Italia, Polonia o Serbia, que pudieran competir con España a la hora de atraer este turismo, sean destinos nada aconsejables para este tipo de público; de hecho, muchos gays italianos, rusos o estadounidenses ya están eligiendo Torremolinos como su lugar de residencia.
Todo ello: las circunstancias geopolíticas, un apoyo decidido desde las instituciones locales, regionales y nacionales, un clima benigno, una oferta de ocio en expansión, una población local hospitalaria, un ambiente cosmopolita y una sensación de verdadera libertad hacen ya de Torremolinos un destino gay de primer orden a nivel mundial, con un futuro prometedor que se reflejará en el dinámico mercado del “ladrillo rosa”.