David Pasarin-Gegunde
RedactorLicenciado en Administración y Dirección de Empresas y Experto en Protocolo.
El reciente documental «Yo, Ocaña», emitido por Televisión Española, ha resucitado la fascinante figura de José Pérez Ocaña, un artista adelantado a su tiempo que desafió las normas sociales y estéticas de la Barcelona de los años 70 y 80. Polifacético y transgresor, Ocaña rompió con las convenciones de género y sexualidad mucho antes de que términos como «performance» o «no binario» fueran parte de nuestro vocabulario. A través de su historia, el documental reflexiona sobre el contraste entre la Barcelona cosmopolita de entonces y la Andalucía abierta y vibrante de hoy, donde, sin duda, Ocaña encontraría su hogar actual.
El reciente documental emitido por Televisión Española titulado “Yo, Ocaña” ha revivido la biografía de un irrepetible personaje, olvidado por algunos, desconocido por muchos y rodeado de ese halo de fascinación que envuelve a quienes nacen adelantados a su tiempo. José Pérez Ocaña (Cantillana, Sevilla 1947 – Sevilla, 1983), como todos los innovadores, fue muchas cosas antes incluso de que se inventara el propio termino que las definiría. Hizo montajes teatralizados en las calles de Barcelona simulando procesiones con vírgenes de cartón piedra antes de que la palabra “performance” se incorporara a nuestro vocabulario. Huyo de las clasificaciones macho-hembra décadas antes de que el termino no binario entrase en nuestras conversaciones cotidianas y paseo su estética queer por las Ramblas de Barcelona cuando la reciente estrenada democracia española aun contenía la respiración temerosa de un retorno del involucinismo. Defendió abiertamente su promiscuidad cuando ni siquiera se hablaba de sexo y reivindico la cultura popular andaluza cuando la modernidad daba la espalda a todo aquello que oliese a folclore y pueblo.
Sin embargo el polifacético pintor si cumplió a raja tabla con uno de los tópicos más enraizados en el espacio y el tiempo que le tocaron vivir, Ocaña si tubo que emigrar. Si tubo que dejar atrás una Andalucía podre, desigual y postrada, para terminar residiendo en la cosmopolita y luminosa Barcelona. Como han cambiado los tiempos, la ciudad condal del siglo XXI poco tiene que ver con aquella urbe abierta e intelectual que fue, hoy da vueltas en trono a si misma, excluyente y monolingüe fruto del cicatero horizonte que dibuja el nacionalismo. Andalucía, por el contrario, abierta y acogedora, es residencia de nómadas digitales, lugar de descanso de miles de europeos y sede de parques tecnológicos al estilo de Silicon Valley. Torremolinos es una de las capitales del turismo gay a nivel mundial con una población del colectivo cada vez más importante que decide hacer de la Costa del Sol su residencia permanente. Sin lugar a dudas hoy en día, histriónica y polifacética, “La Ocaña”,como ella misma se hacia llamar, viviría en Málaga.